top of page
HostosBetances (1).png

Hostos / Betances

Por Carlos Rojas Osorio

1. Hechos.

Es  un hecho que Hostos fue recibido fríamente, con cautela y con desconfianza. Lo dice el mismo Hostos en el Diario, y lo reitera a finales de su vida en los “Recuerdos de Betances”. 

 

Es también un hecho que Hostos ambicionó ser el jefe revolucionario del grupo de independentistas en New York. También lo dice el propio Hostos en el Diario, y en Los recuerdos de Betances, lo dice indirectamente al calificarse de “inconsecuente”. 

 

Es también un hecho que a Hostos no se le informaba de toda la actividad que se llevaba a cabo y de las propuestas de acción. Hubo un hermetismo con relación a él. Cuando Hostos acompaña a Betances al barco que ha de llevarlo a Haití, Betances le dice que va a desempeñar su oficio de médico. Pero no le informa de la actividad revolucionaria contra las dictaduras que él va a llevar a cabo. 

 

De lo anterior se sigue otro hecho importante, la diferencia en las estrategias revolucionarias. Betances defiende la estrategia de la conspiración, de ahí la importancia del secreto. Y Hostos no cree en la estrategia de la conspiración, sino en la revolución popular. 

 

Finalmente, hay plena convergencia de Hostos y Betances en cuanto a los fines de la lucha. La independencia nacional y su radical oposición al anexionismo. Ambos defienden la vía revolucionaria, incluso armada, para el logro de la independencia. Ambos consideran la necesidad imperiosa de la Confederación Antillana. 

 

2. Interpretaciones.

Carlos Rama considera que solo se trató de un momento de desencuentro entre Betances y Hostos. Y que el resto de sus vidas colaboraron en la lucha revolucionaria. Puede considerarse el año 1870 como el breve periodo de ese desencuentro. Aunque ocurrió en Nueva York, todavía algunas cartas muestran sus diferencias. Betances le escribe a Carlos Lacroix (1870) y le dice: “No creo que Hostos deba estar en nuestros secretos; porque siempre estña por las nubes, y en una de  sus divagaciones puede perdernos de la mayor buena fe”. (Citado en Ramos Mattei, Betances en el ciclo revolucionario antillano, Instituto de c Cultura Puertorriqueña, 1987, p. 103).

 

A mi modo de ver no es hasta el encuentro en Puerto Plata (1874) con Luperón que Hostos y Betances se tratan como amigos y con confianza mutua. Y ello continúa así por el resto de sus vidas, como lo prueban muy bien las cartas hasta el final de los días del Antillano. En el 1898 durante el periodo de la ocupación la confianza de Betances  está totalmente puesta en Hostos.  

 

Andrés Ramos Mattei trae a cuento el tema de la raza, el cual le habría sido   muy discutido a Hostos. Semejante a lo que dirá Vasconcelos, Hostos destacaba la necesidad de la miscigenación de las razas (menciona dos la blanca y la negra). A  mi modo de ver esta no es una discusión con Betances. El mayor oponente en este aspecto fue Basora. Llega a decirle a Hostos que en verdad no lo entiende, y lo califica hasta de loco. No veo en Betances oposición a la mezcla de razas, pues en la novela corta, Los dos indios, Otuké, el indio boricua, se enamora de una bella andaluza, Carmen.  Ramos Mattei señala las convergencias de Betances  y Hostos: “Como cuestión de principios, Hostos y Betances estaban de acuerdo en dos cosas fundamentales: obtener la independencia sin cortapisas y establecer eventualmente una confederación antillana.”. Ramos Mattei, 1987: 99) Sí había diferencia en las estrategias, señala Ramos Mattei.

 

Germán Delgado Pasapera percibe ante todo una diferencia de carácter entre Hostos  y Betances. 

Betances es ante todo un hombre de acción y Hostos un pensador y moralista. Maldonado Denis dice algo semejante, Hostos un idealista, Betances un revolucionario. También Félix Ojeda ve una diferencia de personalidad. Delgado Pasapera observa también que fue “Hostos quien le dio mayor consistencia ideológica al grupo independentista” en Nueva York.   

 

Marcos Reyes señala también que el ambiente en Nueva York era de mucha discusión, había independentistas, pero también anexionistas, aunque muchos de estos eran cubanos que estaban más divididos.

 

Hay un punto que señala el propio Hostos en ·Recuerdos de Betances” y es que “nos pusieron uno en contra del otro”. Es decir, ni fue Hostos opuesto a Betances, ni Betances opuesto a Hostos; simplemente fueron otros los quienes los pusieron en mutua oposición. Marcos Reyes Dávila enfatiza esta lectura que hace Hostos al final de su vida. 

 

Tomo de Germán Delgado Pasapera. Puerto Rico y sus luchas emancipadoras. Editorial Cultural, 1984, las siguientes observaciones:

p. 274. Hostos se incorpora a la revolución.

​

“Al núcleo independentista de Nueva York había llegado un nuevo dirigente que habría de darle mayor consistencia ideológica. Inmerso en la tarea de ir estableciendo contactos, allegando recursos y levantando de la nada un movimiento que resultaba difícil mantener a flote, Betances había volcado sus concepciones ideológicas en cartas y proclamas y en la constitución del movimiento, pero no las había agrupado en un documento programático. Sería Eugenio María de Hostos, (174) que compartía sus ideas, y era más hombre de pensamiento que de acción, quien habría de ampliar y definir en sus escritos, dándoles mayor consistencia, los fundamentos ideológicos del independentismo puertorriqueño. No obstante, esa aportación habría de darse en un ambiente cargado de recelos e incomprensiones. Entre Hostos y Betances tardaría mucho, tal vez demasiado, en surgir la mutua confianza, convertida finalmente en afecto recíproco. Y esa reserva del primer momento, que llegó a cobrar tonos de rivalidad, impidió una colaboración más eficaz entre ambos patriotas”. (175)

​

“Al llegar a Nueva York no encontró Hostos la acogida que esperaba. Venía entusiasmado a incorporarse a la lucha. Tal vez demasiado consciente de sus propios méritos había soñado con una  cálida recepción y un puesto de mando adecuado a su condición de hombre ya conocido. Pero sólo halló reserva y frialdad.  Betances y Basora, curtidos ya en la lucha revolucionaria, lo recibieron con cautela. Hostos sintió herido su orgullo y el resentimiento produjo mutuas incomprensiones que perjudicaron los propósitos de la lucha”. (284) 

 

“Para el independentismo puertorriqueño fue en verdad lastimoso que Hostos y Betances no se comprendieran en este momento histórico y que tardaran tanto en entenderse. Ambos poseían una arraigada vocación patriótica y una firme convicción ideológica. Tenían las mismas ideas. Eran independentistas y abolicionistas. Defendían la idea de la Confederación Antillana. Combatían la anexión de las Antillas a los Estados Unidos. Rechazaban las reformas coloniales, y favorecían los métodos revolucionarios de lucha. ¿Qué los distanciaba entonces? Ciertamente no los apartaban razones ideológicas ni de método. Los separaban las diferencias de carácter. (284)

 

Betances era calmado, sereno, paciente, capaz de analizar con frialdad los problemas. Su formación científica lo había dotado de una notable capacidad de síntesis; su educación francesa contribuyó a que desarrollara un estilo burlón y mordaz. Huérfano desde su temprana niñez y enviado a Francia siendo aún un niño, su carácter independiente. Opuesto a los convencionalismos, era el de un hombre arriesgado y decidido, capaz de organizar y dirigir. Había recibido su bautismo de fuego en la revolución de 1848, en Francia. Conocía (285) el uso de las armas y había estudiado tratados de estrategia y táctica. Poseedor de una sólida formación científica e intelectual, sabía escribir con elegancia y hablaba bien. Las circunstancias en que debía desenvolverse lo convirtieron en un revolucionario de acción, metódico, parco y reservado, que realizaba su obra con voluntad inquebrantable. (285)

 

Hostos era sobre todo un ideólogo. No es que fuera un revolucionario de salón. No le faltaba valor para empuñar las armas. Poco tiempo después había de embarcarse en una expedición que terminó en el naufragio. Pero su temperamento y su extrema sensibilidad frenaban bastante su gestión política. Dotado de una profundidad de pensamiento y de fácil palabra, sus discursos eran convincentes y despertaban entusiasmo.  Su prosa de escritor, elegante y clara, se tornaba filosa en el periodismo de combate. Formado en las corrientes del krausismo, guiaban su vida inflexibles principios de ética y un estricto sentido del deber. A ellos subordinaba su vida. No concebía su vida separada de la moral. Política sin ética era una indignidad. Más que político, más que revolucionario, era Hostos pensador y moralista. Altivo, arrogante, sensitivo, las diferencias con los adversarios y correligionarios herían su sensibilidad y llegaban a veces a incapacitarlo para la acción, como él mismo con actitud autocrítica consignaba en su Diario. Muchas veces elaboraba proyectos revolucionarios y en lugar de proseguir a ejecutarlos, se paralizaba. No estaba hecho, y lo admitía- para los trabajos conspirativos. Su puesto estaba en la tribuna, en la redacción de un periódico, en las tareas de la propaganda. (285)

 

Llegó a Nueva York y soñó con sustituir a Betances. Percibida su intención, la reserva de los primeros días se convirtió en una oposición sorda, que nunca llegó a trascender al debate público ni culmino en ruptura total pero que cortó el paso a l colaboración. En todo lo relativo a los trabajos secretos que para encauzar la revolución puertorriqueña llevaba a cabo, Betances prescindió de Hostos. (285)

 

p. 286. “La frialdad que rodeaba a Hostos en el grupo de exiliados puertorriqueños le hacía sentirse mal, pero no lo apartó de la lucha. En ese aspecto coincidía también con Betances. Ambos eran firmes e íntegros. Pero el recelo no se disipaba. Lanzó Hostos la idea de constituir un club de revolucionarios puertorriqueños y encontró la oposición de los veteranos. Betances y Basora insistían en que viniera a la Isla a organizar los trabajos. Hostos se negó. Replicó con franqueza que se sentía incapaz  de labor conspirativa. 

 

Se sentía preterido. Betances no lo enteraba de nada mientras a Henna y Ventura les informaba. Pero no abandonó el campo. Quería ser útil a la causa en que creía y con entusiasmo se acercó a la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico. Morales Lemus lo nombró director del periódico La revolución y desde sus columnas lanzó Hostos una propaganda independentista combatiendo la idea anexionista que había ido propagando entre los dirigentes y las filas de la emigración cubana. (286) 

 

Contrario al independentismo puertorriqueño, donde el liderato -quizás con la única excepción de Basora- y la mayoría de la militancia eran abiertamente antianexionista, el exilio cubano estaba dividido. De un lado estaba el ala anexionista de la gente de la capital, en la que se agrupaban Aldama, Mestre y Echevarría y sus seguidores, y del otro, el ala nacionalista, formado por las clases pobres, en la que se destacaría Francisco Vicente Aguilera.   Los primeros, más conservadores, favorecían una lucha estrictamente militar; los segundos, más revolucionarios, defendían la guerra popular. Entre los primeros se  encontraba Morales Lemus; junto a los segundos Hostos”. (287) 

 

(p. 289) Hostos propuso a Betances venir con él a Puerto Rico y eso era imposible. Hubieran dado en el patíbulo o en la cárcel. La proposición de Hostos se debía al desconocimiento de la verdadera situación de Puerto Rico. Betances y Basora la conocían pero no lo hacían partícipe de la información que poseían. El no conocer tampoco la labor secreta que Betances utilizaba en comunicación con los elementos del clandestinaje puertorriqueño (289), (290) y con los revolucionarios dominicanos, le impedía a Hostos tener  un cuadro completo de la situación, y haciéndose eco de las quejas de los desterrados, acusaba a Betances de no saber conducir los trabajos revolucionarios. Cuestionaba que hubiese entregado a Luperón el vapor El Telégrafo. No sabía, porque ninguno de los quejosos se lo había dicho, que Betances había tratado de tomar el camino más seguro, y menos doloroso y había perdido.(…) Vale la pena aclarar que la incomprensión se debía también al hermetismo de Betances frente a Hostos, motivado no por la falta de confianza en su integridad, que era incuestionable, sino en la creencia, también equivocada, de que Hostos no fuese lo suficientemente discreto, y pudiese echar a perder la secretividad con que debían conducir sus asuntos. (290) 

 

El 5 de febrero embarcó Betances rumbo a Haití, donde gobernaba ya Nissage Saget. Hostos lo acompañó hasta el barco. Del Diario de Hostos se desprende que Betances le había dicho que el objetivo del  viaje era dedicarse al ejercicio de la profesión de médico en Haití. (290) Hostos lo creyó pero con cierta reserva. (…) Betances regresaba al Caribe para reintegrarse a la lucha y pronto habría gente uniéndose. Iba a luchar por la independencia de Puerto Rico y por la Confederación Antillana. Eran los días en que se luchaba contra la dictadura de Báez en Santo Domingo y de Salnave en Haití. Pero Hostos no lo sabía Por no conocerlo bien, Betances se privaba de los servicios de un sincero y valioso auxiliar”. (291)       

bottom of page